Ayrton Senna, tres décadas sin el eterno tricampeón

El 1° de mayo de 1994 fue el domingo cuando el brasileño pasó al más allá. Su recuerdo y legado.

No habrá ninguno igual. Jamás. Fue, es y será uno de los mejores pilotos de la Fórmula 1. Ayrton Senna es un mito, una leyenda. Como sucede con los grandes que se van antes de tiempo, su fama crece día a día y se lo idealiza casi de manera exagerada.

Aunque todos aquellos que tuvimos la suerte de ver correr al brasileño sabemos que tiene bien ganados todos y cada uno de los adjetivos que se usan para calificar su campaña deportiva plagada de éxitos.

Fue el mejor de una época en la que el factor humano era importante en la Fórmula 1, en la que los cambios se pasaban a través de una pequeña palanca y en la que los sobrepasos se hacían a puro coraje y sin apretar un botoncito.

En una época en la que el límite lo ponía el mismo piloto. En una época en la que él mismo superó ese límite. No quería perder, no le gustaba perder. Solo pensaba en ganar, en superarse en cada carrera…

A su talento y a su garra le sumó un profesionalismo extremo que elevó el nivel de la categoría en la que encontró la fama. Pero detrás de aquel piloto exitoso también había un hombre sensible preocupado por su prójimo, algo que se puede comprobar hoy en día a través del instituto que lleva su nombre y que con distintas iniciativas beneficia a más de dos millones de niños en Brasil.

Ya han pasado 30 años de aquel 1 de mayo de 1994. De aquel día en que el muro de Tamburello terminó con su vida. Tres décadas y el recuerdo de Ayrton Senna aún perdura. Porque los grandes no se olvidan jamás. Son eternos.